Una adicción está definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una dependencia a una sustancia, actividad, o relación. El paciente tiene un deseo permanente por tener acceso a la fuente de adicción, sus pensamientos y comportamientos están dirigidos a lograr la sensación o el efecto deseado.
En ese sentido estricto, el consumo compulsivo de carbohidratos no se catalogaría como una adicción, porque no genera dependencia ni genera síndrome de abstinencia, sino como un hábito o una predilección. Sin embargo, el hecho de que se continúe con el consumo, aun percibiendo consecuencias negativas para la salud, refleja un comportamiento autodestructivo.
Por qué no puedo parar de comer harinas y dulces
El problema no es que las personas tengan la intensión de ser irresponsables con su salud, sino que con frecuencia han sido criados con emblemas como “las verduras son feas”, “todo lo rico engorda”, o, en el peor de los casos, “solo los conejos comen vegetales”. Estas connotaciones negativas hacia los alimentos no procesados generan rechazo, muchas veces inconsciente, hacia los mismos.
Otra razón posible es un desbalance hormonal o químico que inhibe la producción normal de serotonina, neurotransmisor que tiene un importante papel en la inhibición de la ira, la agresión, la temperatura corporal, el sueño, la sexualidad, el apetito, entre otros. El consumo de azúcar puede ayudar a equilibrar los niveles de serotonina, y por ello de manera instintiva se buscan alimentos con alto contenido calórico.
Fisiológicamente hablando, la insulina es una hormona producida por el páncreas, cuya función es favorecer la incorporación de glucosa (azúcar) de la sangre hacia las células cuando el nivel de glucosa en sangre es alto. La ingesta excesiva de carbohidratos (almidones) dispara la producción de insulina para bajar el nivel de azúcar a la misma velocidad que se subió. Una vez la insulina ha hecho su labor, y debido a que se ha realizado un proceso abrupto, se produce la sensación de necesidad de azúcar, y de nuevo se vuelve a consumir.
Ahora bien, si la persona ha detectado que todos sus tiempos de comida contienen harinas y dulces, que siente la necesidad de estar ‘picando’ cada 20 minutos, o que no puede resistirse a ningún postre. Si, adicionalmente, ha notado que con frecuencia presenta sensación de cansancio o pereza sin motivo, después de comer siente sueño, y siente que cada vez engorda más, es puede estar presentando un consumo excesivo de carbohidratos.
La encrucijada fisiológica
Aunque el cuerpo puede obtener toda su energía a partir de proteínas y grasas, no es recomendable dejar de consumir almidones, pues son el principal combustible del cuerpo humano; suprimirlos de la dieta genera graves problemas de salud en términos de rendimiento cerebral, celular, muscular, etc.
De acuerdo con la Nutrióloga y Dietista mexicana Diana Andre Portas, la mejor manera de consumir carbohidratos es por medio de frutas, que contienen la cantidad precisa de almidones para el ser humano. Sin embargo, como está claro que en el mundo actual existe un sinfín de fuentes de carbohidratos, que se caracterizan por metabolizarse rápidamente, la experta recomienda combinar su consumo con alimentos ricos en fibra, o que aporten proteína o grasa, para que su absorción sea más lenta y el páncreas no se vea en la necesidad de producir mucha insulina.
3 pasos para superar la “adicción” a los carbohidratos
1. Desayuna todos los días: es el tiempo de comida más importante, porque proporciona energía para todo el día. Si desayunas, notarás que durante el día no sentirás tanta hambre. Debes incluir una proteína, una fruta, y un carbohidrato en el desayuno.
2. Come hasta estar satisfecha, no llena: aprende a escuchar tu cuerpo y a medir las porciones que realmente necesitas para la actividad diaria. Recuerda que masticar bien y comer despacio generan mayor sensación de saciedad.
3. Cinco tiempos de comida: cada 3 horas el cerebro requiere energía para continuar su funcionamiento, por eso es natural que a la media mañana y por la tarde se sienta hambre. Procura redistribuir las porciones de alimentos ya no en tres sino en cinco tiempos de comida, para que no suprimas lo que te gusta sino que lo reacomodes para beneficiar a tu cuerpo.
Meriendas contra el hambre
La nutricionista Rebeca Hernández recomienda las siguientes:
· Tiritas de queso bajo en grasa
· Fruta picada combinada con queso bajo en grasa
· Sándwich de pan integral con atún o jamón light
· Yogurt descremado
Vía: Fucsia