Todas sabemos que si siempre sucumbiéramos al fast food, a los tentadores dulces que te esperan en las pastelerías de barrio, a las bebidas azucaradas y a los alimentos procesados, nuestro peso estaría por las nubes. Sabemos dónde está el límite, cuándo podemos cruzar la línea de lo saludable y cuándo no. Pero hay pequeños ingredientes de nuestro día a día que si no los consumimos con moderación también nos pueden jugar una mala pasada en nuestro face to face con la báscula. Por ejemplo, la sal. Y nosotras sin saberlo.
La conclusión llega a raíz de un estudio realizado en Australia, según el cual las personas que participaron en la investigación y que comieron pasta con salsa ingirieron un 11% más de calorías que las que comían salsas reducidas en sal. Y aunque no estamos hablando de grandes cantidades, sí que es verdad que un 11% más sucesivamente puede hacer que con el tiempo acabemos ganando hasta medio kilo.
Los autores del estudio sugieren que el exceso de sal puede anular la sensación de saciedad (de lo bien que sabe la comida, claro). Si por casualidad y de forma accidental algún día has comprado una sopa o salsa baja en sodio, el cambio se nota y mucho.
Queda claro que una mayor ingesta de sal alimenta nuestro apetito, pero tranquila que tu salud no está en peligro a no ser que tengas problemas de corazón. Porque como ya sabes, el exceso de sodio puede elevar la presión arterial en personas con hipertensión. Pero si no es tu caso y de vez en cuando disfrutas de una comida salada dentro de una dieta sana y equilibrada, no tienes de qué preocuparte.
Pero sabiendo esto, no estaría de más que controlaras tu impulso con el salero.
Vía: WomensHealth